Posverdad o mentira emotiva es un neologismo que implica la distorsión deliberada de una realidad en la que priman las emociones y las creencias personales frente a los hechos objetivos, con el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en las actitudes sociales, tal como lo define la Real Academia Española de la Lengua (RAE).[2]
En cultura política, se denomina política de la posverdad (o política posfactual) a aquella en la que el debate está enmarcado ya no en apelaciones, sino en las emociones, desconectándose de los detalles de la política pública y por la reiterada afirmación de puntos de discrepancias en los cuales las réplicas fácticas o hechos, son ignoradas. La posverdad se diferencia de la tradicional disputa y falsificación de la realidad o veracidad, dándole una importancia «secundaria». En resumen, sería la idea según la cual «el que algo aparente ser verdad es más importante que la propia verdad».[3]
Para algunos autores la posverdad es sencillamente mentira (falsedad) o estafa encubiertas en una expresión que ocultaría la tradicional propaganda política o el uso de las relaciones públicas como instrumento de manipulación mediática.
Según el historiador italiano Steven Forti, «si hoy no cabe duda de que la posverdad es un rasgo de nuestra época... tampoco cabe duda alguna de que es la extrema derecha quien la utiliza más frecuentemente hasta convertirse en una de las características imprescindible para poderla definir y entender», hasta el punto que Forti propone llamar a la ultraderecha del siglo xxi «extrema derecha 2.0». Por ejemplo el ultraderechista ruso Aleksandr Duguin ha llegado a afirmar: «la verdad es una cuestión de creencia [...] los hechos no existen».[4]